Tu huerta en verano: hoy por ti, mañana por mí

©MIGUEL BERROCAL

Quienes permanecemos estos meses en la ciudad parece que tan solo podemos pensar en las vacaciones pasadas o en esas que están por llegar. Sin embargo, la época estival es también la época del año en que tenemos nuestro huerto urbano en máximos de producción: calabacines, pepinos, tomates, pimientos, cebollas, sandías, melones, zanahorias, lechugas o berenjenas se amontonan en nuestra rica huerta de verano.

Si estás entre los que vuelven y tomaste medidas para que toda esa producción no se echara a perder, te habrás llevado una grata sorpresa a tu regreso. Pero si aún tienes pendientes esas merecidas vacaciones, no esperes a recordar desde la playa o la montaña esa máxima que dice “si te vas, los tomates no comerás” y prepara bien tu marcha.

En esta época, en pocos días puedes encontrar tus tomates pasados de rojo, un calabacín gigante ya demasiado fibroso o una sandía rajada sin remedio a merced de los habitantes más pequeños de nuestra huerta (hormigas, por ejemplo). ¿Qué puedes hacer para que esto no ocurra mientras te alejas durante un tiempo de la ciudad? Pues recurrir a un clásico: llegar a un amistoso acuerdo con tus conocidos.

Bien es cierto que este es también el momento del año en que más favores per cápita se piden a amigos y familiares. Que si cuídame al gato, que si riégame las plantas, pásate de vez en cuanto a echar un vistazo… Pero gracias a tu huerto urbano, podrás convertir la petición en favor mutuo con un “cuídame la huerta estos días y llévate a casa lo que necesites”.  Es verdad que tenemos que mantener una atención más o menos constante o recurrente: con el riego para evitar que en el último momento se estropee el trabajo de meses, aireando un poco la tierra, limpiando los bancales para evitar que frutos caídos se pudran, revisando los tutores para que aguanten una posible tormenta…

Pero el trabajo a estas alturas no es tan exigente y seguro que algún amigo o familiar está dispuesto a dejarse caer por tu casa o tu huerto para regar un poco, podar algo tus tomateras y realizar las pocas y sencillas tareas de mantenimiento requeridas. Y, a cambio, llevarse a casa una buena sandía directamente de la tierra, un buen puñado de jugosos tomates o unos deliciosos calabacines que ya quisiera el colmado del barrio.

¿Quién podría resistirse a semejante trato?

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