Los beneficios de la horticultura

El uso del huerto uso como terapia tiene desde hace más de medio siglo una amplia implantación y reconocimiento en países como Reino Unido, Irlanda, Alemania, Canadá o Estados Unidos y cada día toma más peso en nuestro país.

La vida en las ciudades a menudo no nos permite percibir la llegada de las estaciones y los ciclos naturales. La puesta en marcha y el mantenimiento de un huerto ecológico suponen un acercamiento a los ritmos de la naturaleza que pueden inspirar un cambio de actitudes y valores en las personas encargadas de ello además de conectarnos con saberes tradicionales ya casi olvidados.

Por otro lado, las propias características del trabajo en el huerto  fomentan actitudes tan importantes como la responsabilidad, la paciencia, la perseverancia, el trabajo cooperativo y favorece el desarrollo de habilidades diferentes de las que se nos exige en nuestro cotidiano, abriendo nuevas vías para favorecer el reconocimiento social tan necesario para nuestra autoestima.

El percibir los cambios que se producen día a día en la huerta nos mantiene alerta y despierta nuestros sentidos alrededor del medio que nos rodea; Se trata de un espacio en el que se fomenta la expresión de los conocimientos residuales sobre el mundo de la agricultura, trabajando así las capacidades de la memoria y la autorrealización de las personas mayores favoreciendo que se sientan  útiles en los espacios colectivos.

El trabajo en un huerto ecológico constituye por tanto una actividad en la que confluyen el disfrute del aire libre, la experimentación directa con la naturaleza, y un escenario para el diálogo y el trabajo conjunto en el que las personas pueden poner en juego todas sus habilidades, divertirse y aprender de muchas maneras, por lo que además de los beneficios ambientales que aporta, puede convertirse en una herramienta terapeútica y educativa de grandes potencialidades

El uso del huerto uso como terapia y como instrumento educativo y agente socializador tiene desde hace más de medio siglo una amplia implantación y reconocimiento en países como Reino Unido, Irlanda, Alemania, Canadá o Estados Unidos y cada día toma más peso en nuestro país. En concreto, en la Comunidad de Madrid, existe un proyecto piloto para la implementación de huertos terapéuticos en residencias públicas para la tercera edad, así como varias experiencias tanto públicas como privadas con colectivos con diversidad funcional como el Aula de educación ambiental de Pozuelo de Alarcón.

El hecho de que sean los usuarios y usuarias quienes se encargan del mantenimiento de ese espacio, por un lado facilita su adaptación y sentido de pertenencia a su nuevo entorno cuando residen o pasan gran parte de su jornada en un centro, y por otro les posiciona como productores, rompiendo con la lógica de receptores de ayudas sociales. Las personas se sienten útiles y autorrealizadas mejorando así su autoestima.

Por otro lado, el contacto con el mundo natural estimula los sentidos y para las personas desorientadas, ofrece una actividad que ayuda a establecer referencias temporales al estar guiada por el ritmo de las estaciones. Les ancla en la realidad de la naturaleza y de la vida. Además, cuidar plantas requiere una concentración y una responsabilidad que conservan y/o mejoran la atención y la autonomía personal.

Finalmente, en el plano físico, el esfuerzo moderado que requieren las diferentes tareas agrícolas entrena la motricidad fina y gruesa así como la coordinación ojo-mano.

El huerto, además de una actividad lúdica muy agradable y satisfactoria, puede ser por tanto un excelente recurso terapéutico, convirtiéndose en una herramienta de primer orden para desarrollar programas de terapia ocupacional y emocional.

Julia del Valle

Coordinadora del área de formación y agroecología de Germinando Sociedad Cooperativa Madrileña

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